10 abr 2021

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LIBERTAD

 

Libertad                               Autora:  Silvia Graciela Franco

 

Remolonea el sol a su antojo

juega a las escondidas

con permiso se cuela

entre ramas dormidas.

 

De pronto se despierta

una hoja bañada en rocío

y abandona el árbol

al compás de la brisa.

 

Bien sabe hacer acrobacias

baila sorprendida

sin temor hace su huella

por momentos el viento la guía.

 

Como pájaro se siente

¡libre!, deambula días y días

su voz es la de miles de hojas

que, como ella, a volar se animan.

 

SI YO PUDIERA CONTARLES

 

¡Si yo pudiera contarles!                       Autora: Silvia Graciela Franco

No era un día como todos, eso puedo asegurarlo. Se olían otros aires, y las calles parecían un hervidero. Las reuniones en casa de María eran más frecuentes, casi diarias. Todos traían en el pecho cintas celestes y blancas. Discutían más, y me prestaban menos atención. En un rincón, quedábamos relegados el arpa y yo.

María, Vicente, Bernardo, Pedro y otras damas y caballeros cuyos nombres ya no recuerdo, conversaban acaloradamente. Si hay que hacer esto o aquello, convencer a alguien, escribir o no una carta, todos tratando de encontrar la solución. Y leían mucho, a un tal Rousseau, a Diderot y a Voltaire. Yo, en realidad, no entendía de qué hablaban, quiénes estaban de nuestro lado, quiénes no, lo que sería publicado en La Gaceta, o quién llevaría adelante los destinos de la nueva patria. Pero ellos estaban obsesionados discutiendo sobre los avances del Ejército del Norte frente a los realistas, los logros del Coronel San Martín luego del Combate de San Lorenzo, la necesidad de declarar la independencia y tantos otros temas. En cambio, a mí lo único que me preocupaba, aunque parezca egoísta, era que casi no se acordaran de mi existencia. Añoraba las tardes de tertulias despreocupadas, de bailes y canciones compartidas con el arpa.

¡Si pudiera contarles! ¡El arpa! ¡Qué belleza! No sé si la habrán conservado como a mí. En realidad, yo tuve suerte de llegar a estar tan bien donde estoy, aunque muchas veces me invada la nostalgia…

En fin, un día Vicente, eufórico, trajo la letra. No podía creerlo; todos se sentaron alrededor de mí, y la increíble música de la libertad comenzó a brotar de mis entrañas. Unos dedos habilidosos resbalaban por sobre mis preciadas teclas de marfil, aunque por momentos, la fuerza que imprimían me hacía doler el alma. María, a mi lado, lloraba, mientras acariciaba las cuerdas de su arpa con gran maestría, como siempre. Dos bellas patricias recostadas sobre mi cuerpo de caoba endiosaban esa música única y esplendorosa. No se escuchaba otra voz distinta a la de la canción entonada y las vibrantes notas trazando el camino de la libertad, dando vida nueva y esperanza.

¡Si yo pudiera contarles! Porque soy Historia sé bien que ese día 14 de mayo de 1813 en la casa de la calle Umquera no importó el lujo ni las porcelanas. Un pensamiento único los unía, sin ambiciones personales y con gran valentía, detrás de un objetivo común. Supe de sus charlas y sus miedos, de sus angustias y anhelos, de sus ideales y sueños.

¡Si yo pudiera contarles! Pero no puedo, porque soy sólo un piano y se supone que no tengo recuerdos. Soy el pianoforte de Mariquita Sanchez y, para el que quiera conocerme, estoy en el Museo Histórico Nacional, Defensa al 1600.

EL PEZ HADA

 

El pez Hada

Autora SILVIA GRACIELA FRANCO

Sandro, el pez más dorado, era muy popular entre los de su especie. Sus compañeras lo encontraban irresistible porque no había muchos que tuvieran ese color tan especial de escamas, un brillo cegador y penetrante. Además, danzaba entre los cardúmenes como si llevara la música en el cuerpo. Sin duda, había nacido para ser bailarín.

Félix, el delfín, solía acompañarlo en sus acrobacias marinas. Saltaba fuera del agua mientras él se deslizaba con su cola hacia atrás o hacía sus vuelos ascendentes.

La ballena Marta, de mayor experiencia, desparramaba chorros gigantescos de agua con la intención de que llegaran hasta el cielo. Estaba orgullosa de pertenecer a un grupo casi perfecto, capaz de hacer felices a todos.

Pero, a veces, sentían nostalgia de otros tiempos, especialmente cada vez que un nuevo compañero llegaba al acuario y se enteraban de las noticias del fondo del mar. No les faltaba alimento, querían mucho a Patricia, su entrenadora, que los

llenaba de mimos y, aunque podían percibir el cariño de la gente, añoraban su libertad.

Un día, llegó un pez nuevo.

-¿Cómo te llamás? -le preguntó Sandro.

-Yo soy Hada.

-¿Y de dónde sos? –quiso saber Félix.

-Del océano –contestó el pez Hada.

-¿Cómo te trajeron? –preguntó la ballena Marta.

-Vine por mi cuenta, para conocerlos.

Los amigos se miraron; no entendían cómo se había enterado el pez Hada sobre el acuario y sobre ellos si jamás se habían visto antes.

El pez Hada comenzó a participar en los shows y, poco a poco, los fue convenciendo de lo maravilloso que sería poder regresar al majestuoso océano.

Marta ya no lanzaba el chorro tan alto, Félix no saltaba en círculos hasta el cielo y Sandro estaba tan nervioso que comenzó a opacarse.

-¡Qué les pasa a mis animales! –gritaba enojado el dueño del acuario- ¿es que no los están alimentando como corresponde?

Hasta que llegó el día en que para Marta, Felix y Sandro la comida dejó de ser importante.

Patricia sospechó lo que sucedía. Supo que estaban muy tristes y no fue difícil descubrir la razón...

El pez Hada la miró a los ojos y le pidió que abriera la barrera que los separaba de las profundidades del mar. Entonces, los amigos enloquecieron de felicidad, daban vueltas y volteretas, se cruzaban y nadaban con gran alegría en su afán por ir más lejos y reencontrarse con todo aquello que extrañaban desde hacía tanto tiempo.

Ahora, el que quiera verlos, tiene que contratar una lancha, internarse en el mar y desafiar a las olas. Marta, Sandro, Félix y Hada allí los están esperando.

 

26 jun 2016

Alas de poemas (poesías)

Alas de poemas

I
El viento acuna almas
y  ya no lloran
acarician la tierra
amores contrariados
fortalecidos
florecen de semillas.

  II
Azules verdes rojos
luces sin sombras
despabilan senderos
salvajes amarillos
puros azules
pétalos encendidos.


III
La oscuridad y una breve luz
hasta donde se puede llegar
pero no se llega
una línea semioculta 
marca nuestro horizonte.


IV
Alas de poemas
seducen
desbordan aletargados
sin pretensión de destino
la lluvia extiende diamantes
los trinos se conjugan en lenguas perfectas.

V
Romance de la brisa
eriza la piel
desnuda los amores.

Esperanza no es un nombre
no es palabra
es esencia de vida.



Los pompis (fragmento)

¿Cuándo se perdieron los sentimientos?

Como ya dije, en el vivero vivían cientos de pompis; algunos, eran bailarines, otros escritores o poetas, los había deportistas, diseñadores de sombreros y otras múltiples profesiones importantes para los pompis. Ellos sí sabían sobre Paloma y sus cualidades artísticas.  Pero ninguno estaba dotado para pintar como ella lo hacía.

-¡Enseñános a pintar! –rogaban a Paloma los pompis de las lilas.
-¡Nosotros también queremos aprender! –se animaron los pompis de los cactus.

 Y así nació la idea de que Paloma enseñe su arte. A su escuela de pintura asistían muchos interesados, incluso de jardines vecinos.

Un día llegaron al vivero unos macetones repletos de orgullosas achiras o lenguas de dragón, como también se las conoce. De color rojo, amarillas, y multicolores, colmadas de pompis altivos y poco sociables.

La comunidad del vivero no recibió con agrado a los recién llegados. Ellos tampoco se acercaron para conocerse y, al poco tiempo, comenzaron algunos problemas. 
Los pompis de las alegrías del hogar un día llegaron a sus  flores y sus vestidos rojos no estaban. Los pompis de los malvones, tan comunicativos, trataron de mediar para encontrarlos. Fueron de flor en flor preguntando y averiguaron que los pompis de las achiras los habían tomado prestados, sin pedir permiso a sus dueños.
-¡Eso no se hace! –les dijeron- ¡Deben devolverlos!
-Los devolveremos luego de usarlos -contestaron.
Y eso, no le gustó a nadie.

Después, los pompis de las achiras organizaron una fiesta y no invitaron al resto de las comunidades. Usaron los vestidos de los pompis de las alegrías del hogar. La música se escuchaba en todo el vivero, había gran baile y diversión.

Esto tampoco gustó a los pompis del vivero.

Nuevamente, los pompis malvoneses intercedieron.
-Demos una fiesta nosotros e invitemos a todos, incluso a los recién llegados, así tendremos la oportunidad de hablarles –propusieron.
-¿Están sugiriendo que vengan esos pompis que todavía no nos devolvieron nuestros vestidos rojos? –dijeron los pompis de las alegrías- ¡Ni lo sueñen!
-¡Nosotros tampoco iremos! –agregaron los de las camelias y las amarilis.
-¡Ni nosotros! –gritaron los de las azaleas.
Y todos se disgustaron con los pompis de los malvones, porque no los entendían.

Ese día algunos pompis del vivero empezaron a hablar lenguas distintas para no comunicarse con los de los malvones y los de las achiras. Otros, directamente, no hablaron más.